El concepto de industrias creativas ganó notoriedad a fines de los años noventa, luego de su adopción generalizada en la política pública del Reino Unido como parte de la búsqueda de una nueva dinámica de desarrollo económico que respondiera al incipiente proceso de globalización. La lógica es que existe un potencial especial para estimular el crecimiento económico en sectores que generan valor a través de la creatividad, sobre todo, a partir de la importancia creciente de las actividades basadas en el conocimiento. Por su rol pionero en esta discusión, el Gobierno británico también fue el que inició el debate respecto de cuáles serían las principales actividades económicas dentro de las industrias creativas, a través de su Ministerio de Cultura, Medios de Comunicación y Deporte (DCMS por sus siglas en inglés). Con el transcurso de los años, esta clasificación se ha vuelto más sofisticada, lo cual refleja un flujo creciente de innovación creativa que se extiende por la economía, sumándose a las actividades que se reconocen tradicionalmente como industrias creativas. El trabajo de Bakhshi, Freeman y Higgs introdujo un modo más sistemático de evaluar qué sectores podían agruparse según la intensidad del uso de mano de obra creativa.1 Este enfoque supone que la base de los sectores creativos son los trabajadores creativos. En ese sentido, los sectores creativos son aquellos en los que existe una alta concentración de profesionales creativos, en contraposición a otros sectores de la economía (que, aunque también empleen a estos trabajadores, no los emplean como el punto focal de la creación de valor).
El modelo de intensidad creativa, elaborado en torno al concepto de trabajador creativo, destaca la importancia de analizar el contexto económico en el que se inserta este tipo de trabajador. Se argumenta que el trabajo creativo calibra el proceso por el cual se pasa de la lógica de la producción masiva a la lógica de una economía basada en el conocimiento. La nueva organización económica requiere más competencias cognitivas y menos destrezas repetitivas por parte de los trabajadores.2 En el siglo XIX, las principales ocupaciones, en términos de empleos generados, se relacionaban con actividades manuales efectuadas en máquinas; en el siglo XXI, dominan las actividades analíticas más independientes.3
Según el modelo de intensidad creativa, los sectores más creativos son aquellos que tienen un porcentaje más elevado de trabajadores creativos sobre el total de trabajadores empleados. Los trabajadores creativos se definen como las personas empleadas en ocupaciones que supongan creación, innovación y diferenciación, y que se realizan teniendo en cuenta las capacidades intelectuales específicas del trabajador individual. Para identificar a los trabajadores creativos de modo concreto, el modelo de intensidad creativa plasma este concepto amplio en cinco criterios de evaluación.
El primer criterio es la capacidad de generar procesos nuevos, es decir, de resolver problemas o alcanzar metas de forma innovadora, utilizando la creatividad de un modo habitual y evidente. El segundo es resistirse a la mecanización, en el sentido de que la actividad no puede ser realizada por una máquina. El tercero es la ausencia de repetición y de uniformidad en la función: ello significa que cada vez que se realiza la actividad, el proceso de producción resulta diferente, dependiendo de las necesidades y los contextos específicos de la tarea. El cuarto criterio es la contribución creativa a la cadena de valor, es decir, el desempeño del trabajador debe ser innovador y/o creativo en cualquier sector. Y finalmente, el trabajo produce una interpretación, no una mera transformación. El trabajador crea e innova de verdad, y no solo copia, adapta o cambia la forma de objetos existentes.
En el caso de Brasil, la estructura económica ha evolucionado de un modo diferente al de los países desarrollados. La pérdida de participación industrial en este país no vino de la mano de un incremento en los sectores basados en el conocimiento, sino de un retorno a la estrategia de especialización en actividades basadas en recursos naturales,4 lo que dio lugar a una estructura ocupacional en la que predominan los empleos de baja calificación (DEDECCA, 2005; KON, 2006).5 En dichas condiciones, es razonable esperar que las dinámicas de los sectores creativos dependen de políticas públicas firmes.
Si se aplican los criterios del modelo de intensidad creativa al caso brasileño, podríamos, sin ser exhaustivos, enumerar algunas actividades económicas que se destacan según el Dashboard del Observatorio de Itaú Cultural, creado a partir del concepto de intensidad creativa: arquitectura, artes escénicas y visuales, actividades artesanales, cine, televisión, música y radio, edición, diseño, moda, museos y patrimonio, publicidad y tecnología de la información. Por ejemplo, televisión (61,7%), actividades de radiodifusión (61,6%), programador de contenido audiovisual (60,6%), software (60,6%) y publicidad (50%). En otras áreas, las actividades que manifiestan intensidad creativa se encuentran en los oficios artesanales (47%), la edición (37%), el teatro (27%), la prensa gráfica (23%) y la fotografía (22%).
Según el Dashboard, los trabajadores creativos ascendían a 4,4 millones de personas en el primer trimestre de 2020, de los cuales 2,6 millones trabajaban en los sectores creativos y los restantes 1,8 millones estaban distribuidos en otros sectores de la economía, aplicando su creatividad a la provisión de productos y servicios. En los sectores creativos, hay 2,4 millones de trabajadores de apoyo, que no son ellos mismos responsables de la creatividad, pero que prestan asistencia para el desempeño de las actividades. Si se combinan los empleados de los sectores creativos con los trabajadores creativos que trabajan por fuera, en la actualidad la economía creativa provee un total de 6,9 millones de empleos en Brasil (8% del total).
En el contexto de una severa crisis económica en Brasil, es fundamental observar la intensidad del trabajo creativo, no solo por la cantidad de empleos que se generan actualmente, sino también por el potencial para propagar la innovación y catalizar nuevos mercados y negocios internos y externos. Los sectores culturales y creativos pueden desempeñar un rol importante en la reactivación del crecimiento y el desarrollo económico del país, basados en paradigmas nuevos del siglo XXI. No obstante, como en los inicios de los años noventa en Inglaterra, modelo de liberalismo, son imprescindibles un programa moderno de educación, la inversión en cultura (como la base de las industrias creativas), la reducción de la burocracia en torno a la innovación, y una inversión masiva en ciencia y tecnología. Todo ello requiere la mediación y planificación de políticas públicas claras, modernas y estratégicas que, al despejar el camino, puedan llevar al país a ser un protagonista de la economía y la sociedad global del siglo XXI.
Itaú Unibanco y la cultura en Brasil
Itaú Unibanco tiene una larga tradición apoyando el arte y la cultura en Brasil. Ya sea a través del Instituto Itaú Cultural, el Itaú Cinema, la conservación y el mantenimiento de la mayor colección corporativa de arte de América Latina, o a través de proyectos de patrocinio en todo el país, históricamente la institución ha apoyado la producción artística porque cree en el poder de la cultura para transformar la sociedad y fortalecer a la ciudadanía.
Solo a lo largo de 2019, el grupo invirtió BRL 248 millones (USD 63 millones) en proyectos culturales. De estos, aproximadamente, BRL 127 millones (USD 32 millones) se invirtieron con los propios recursos del grupo. El resto, alrededor de BRL 121 millones (USD 31 millones), se ejecutó a través de la Ley de Incentivo a la Cultura, lo cual convirtió a Itaú Unibanco en el grupo que más invirtió en Brasil este año en proyectos a través de este incentivo. Si se agregan los recursos destinados a proyectos de educación, deporte, salud y movilidad urbana, entre otros, la inversión social privada del grupo alcanza alrededor de BRL 800 millones (USD 203 millones).
- https://media.nesta.org.uk/documents/a_dynamic_mapping_of_the_creative_industries.pdf
- C. Goldin; L.F. Katz, ‘The Origins of Technology-Skill Complementarity’, The Quarterly Journal of Economics, v. 113, n. 3 (1998): 693–732.
- nber.org/system/files/working_papers/w18715/w18715.pdf
- J.G. Palma, ‘Four Sources of “De-industrialisation” and a New Concept of the “Dutch Disease”’, in: J.A. Ocampo (ed.), Beyond Reforms: Structural Dynamics and Macroeconomic Vulnerability (Washington: ECLAC, 2005), 71–116.
- C.S. Dedecca, Notas Sobre a Evolução do Mercado de Trabalho no Brasil, Revista de Economia Política, v. 25, n. 1 (2005): 113–130.