Qué difícil es describir la palabra valor. En español, este término tiene varios significados diferentes, algunos muy poco concretos y que van desde “cualidad de las cosas, en virtud de la cual se da por poseerlas cierta suma de dinero o equivalente” hasta “subsistencia y firmeza de algún acto”.
En Screen Capital, administradora de fondos privados dedicados a la industria del entretenimiento, nos propusimos orientar nuestro valor hacia el desarrollo y la expansión de la industria audiovisual y del entretenimiento. Pusimos en marcha un modelo especializado en generar retornos a través de un portafolio de contenido audiovisual. En concreto, a través de de nuestro primer fondo ―Screen One― invertimos en series o películas con perspectiva y alcance globales.
No ha sido fácil llegar a levantar un fondo de capital privado cuyas expectativas de retorno para sus inversionistas se basan en contenidos audiovisuales, Sin embargo, estamos convencidos de que la industria del entretenimiento regional latinoamericano tiene una oportunidad enorme para diversificar su potencial de llegar a audiencias masivas. Comenzar nuestro primer road-show para encontrar inversionistas fue realmente una historia de valor. Visitamos family offices, gerentes de inversión, empresarios y mecenas del arte. La gran mayoría nos hacían ver que el modelo de rentabilidad para un fondo de intangibles no tenía sentido. En las industrias creativas suele ocurrir que la base de activos es principalmente intangible y está representada por la creatividad y el conocimiento. ¿Cómo asegurar, por ejemplo, el cobro de un préstamo contra eso? Los inversionistas tradicionales que visitamos no dejaban de tener razón: evaluar el riesgo individual de cada proyecto audiovisual de manera adecuada es muy difícil y hacer esta evaluación para un portafolio resultaría aún más complicado.
Además, nuestros emprendedores, los creativos, comparten casi siempre una motivación intrínseca más relacionada con su obra artística que con un objetivo de rentabilidad financiera. Para el financista, en cambio, el objetivo de rentabilidad es prioritario.
Lo cierto es que la historia de búsqueda de financiamiento terminó bien para nosotros. Logramos armar nuestro primer fondo con inversionistas que provenían de la misma industria del entretenimiento y que conocían las lógicas del negocio; así que salimos a buscar proyectos. No solo eso, en el camino se nos sumó la institucionalidad pública de Chile a través de Corfo (la Corporación de Fomento a la Producción de Chile), que complementó el aporte privado con una línea de crédito público dirigido al fomento del capital de riesgo chileno. Así, logramos levantar nuestro fondo en marzo de 2020, al mismo tiempo que la pandemia se esparcía por todo el planeta.
Y lo anterior tuvo muchas consecuencias, buenas y malas. Durante la Pandemia surgieron muchas historias porque hubo mucho tiempo para escribir, pero también se paralizó la producción y todos nos volcamos a consumir contenidos en nuestras casas. El consumo de la “librería” disponible en las plataformas de entretenimiento streaming (tales como Netflix, Hulu, Amazon, Disney+, entre otros), acelerado por la pandemia, provocó el rápido aumento de suscriptores y usuarios a nivel global. Estos consumidores cada día necesitan más y más contenidos en su propia lengua, con rostros reconocibles provenientes de la pantalla local, locaciones que les resulten familiares y producidos con gran factura y calidad.
Esto podría ser positivo para el productor independiente. Sin embargo, pese a la explosiva demanda de contenidos regionales creada por las mismas plataformas, hoy el productor no tiene posibilidad de obtener financiamiento para producir ni para resguardar su propiedad intelectual. En cambio, termina trabajando “por encargo” para las plataformas. De esta manera, solo se queda con una comisión de producción (10-15%) y pierde todo tipo de propiedad sobre la obra. Así, al no encontrar fuentes de financiamiento alternativas y eficientes, el productor termina trabajando de contratista para estas grandes plataformas perdiendo su propiedad intelectual y por ende todo el valor futuro de su trabajo. Esto no solo tiene implicaciones monetarias para el productor, ya que pierde todo el posible upside de un éxito de audiencias, sino que además afecta los proyectos a nivel creativo.
Por lo tanto, hoy la industria demanda nuevas fuentes de financiamiento, más flexibles, que entiendan la lógica del negocio. El capital de riesgo, los fondos de inversión privado y la industria financiera tradicional en este escenario deberían ver una oportunidad de inversión. No obstante, falta un tiempo para que estos puedan concebir las particularidades comerciales y de riesgo que conllevan proyectos tan poco estandarizados como los audiovisuales.
Adoptar una mentalidad diferente ―desde el punto de vista de quien financia, pero también desde el punto de vista de quien crea los contenidos― va a ser necesario para acercar estos dos mundos. El mundo del entretenimiento es colaborativo por naturaleza, y eso es un valor importante para la nueva generación de ciudadanos que estarán interesados en invertir en activos alternativos, y en industrias verdes, creativas y emprendedoras.
Pero nosotros como inversionistas debemos ser capaces de reconocer talentos emergentes, seleccionar equipos y sus portafolios y guiar al equipo creativo en la ejecución operativa, la estructuración legal y los procesos de negociación mientas intentamos nunca ser un estorbo para el proceso creativo. Vamos a tener que empezar tender puentes.
Dentro de las muchas definiciones de valor hay una que nos gusta mucho y que viene de la filosofía: Valor (fil)
“Cualidad que poseen algunas realidades, consideradas bienes, por la cual son estimables”.
El valor de invertir en talento y creatividad es innegable. Porque también el valor es coraje, valentía, probar cosas diferentes y tomar riesgos. Y donde hay riesgos hay ganancias.